miércoles, 16 de octubre de 2013

El hombre más rico de babilonia

Hace ya tiempo que leí éste libro, de los primeros que realmente llamarón mi atención y que pese a ser bastante sencillo me ayudó para sentar la bases de lo que vendría después, los que conocen algo de mi sabrán que yo no tuve oportunidad de estudiar más que la educación basica, por eso es que me sirvió bastante en aquel tiempo.

Pero éste no es un post sobre mi, sino sobre el libro.
Para: An. Que le apasionan estos temas tanto como a mi, y al parecer no lo había leído.

El hombre más rico de Babilonia (George Samuel Clason)

Es un libro sobre educación financiera básica que debería ser de obligada lectura en los colegios (este mismo libro u otro similar). Pocas cosas más importantes y útiles que esta se enseñan en los colegios.

Aquellas personas que tengan una buena educación financiera probablemente no encontrarán ninguna idea nueva para ellos en este libro, pero para la inmensa mayoría de la población será uno de los libros más útiles que puedan leer en su vida.

Es una serie de cuentos ambientados en la antigüa Babilonia que sirven para mostrar los principios básicos de la educación financiera y la gestión del dinero que toda persona debería conocer.

Todas las ideas mostradas en el libro son extremadamente sencillas pero a la vez, y esa es su fuerza, extremadamente útiles. El libro muestra el camino a la riqueza que toda persona puede recorrer.

La pregunta entonces es, ¿por qué no es rico todo el mundo?.

En mi opinión, el generar riqueza no es diferente a el deporte o alguna otra profesión, las bases están al alcance de la mano de quién lo desee, o mejor dicho de quién tenga la suficiente voluntad para llevar a buen puerto éste barco, igual que el atleta que tiene que practicar y entrenar antes de ser el mejor en su diciplina, simplemente no todos están dispuestos a los sacrificios que esto requiere.

"...“En absoluto, respondió. ¿No pagas al zapatero? ¿No pagas al sastre? ¿No pagas por la comida?

¿Puedes vivir en Babilonia sin gastar? ¿Qué te queda de todo lo que ganaste durante el año pasado?

¡Idiota! Pagas a todo el mundo menos a ti. Trabajas para los otros. Lo mismo daría que fueras un esclavo y trabajaras para tu dueño, que te daría lo que necesitas para comer y vestir.”

“Si guardaras la décima parte de lo que ganas en un año, ¿cuánto tendrías en diez años?”

Mis conocimientos de cálculo me permitieron responder: “tanto como gano en un año”.

El replicó: “lo que dices es una verdad a medias. Cada moneda de oro que ahorras es una esclavo que trabaja para ti. Cada una de las pequeñas monedas que te roporcionará ésta, engendrará otras que también trabajarán para ti. ¡Si te quieres hacer rico, tus ahorros te deben rendir y estos rendimientos rendirte a su vez! Todo esto te ayudará a conseguir la abundancia de que estás ávido”

“Crees que te pago mal por la larga noche de trabajo”, continuó, “pero en verdad te pago mil veces; sólo hace falta que captes la verdad de lo que te he presentado”.

“Una parte de lo que tú ganas es tuyo y lo puedes conservar. No debe ser menos de una décima parte, sea cual sea la cantidad que tú ganes. Puede ser mucho más cuando te lo puedas permitir. Primero págate a ti. No compres al zapatero o al sastre más de lo que puedas pagar con lo que te quede, de modo que tengas suficiente para la alimentación, la caridad y la devoción a los dioses.”

“La riqueza, como el árbol, nace de una semilla. La primera moneda que ahorres será la semilla que hará crecer el árbol de tu riqueza. Cuanto antes plantes tu semilla, antes crecerá el árbol. Cuanto más fielmente riegues y abones tu árbol, antes te refrescarás, satisfecho, bajo su sombra.”

Habiendo dicho esto, cogió sus tablillas y se fue.

Pensé mucho en lo que me había dicho y me pareció razonable. Así que decidí que lo intentaría. Cadavez que me pagaban, tomaba una moneda de cobre de cada diez y la guardaba. Y por extraño que parezca, no me faltaba más dinero que antes. Tras habituarme, casi ni me daba cuenta, pero a menudo estaba tentado de gastar mi tesoro, que empezaba a crecer, para comprar algunas de las buenas cosas que mostraban los mercaderes, cosas traídas por los camellos y los barcos del país de lo fenicios. Pero me retenía prudentemente.

Doce meses después de la visita de Algamish, este volvió y me dijo: “Hijo mío, ¿te has pagado con ladécima parte de lo que has ganado este año?”

Yo respondí orgulloso: “Sí, maestro”

“Bien, respondió contento, ¿qué has hecho con ella?”

“Se la he dado a Azmur el fabricante de ladrillos. Me ha dicho que viajaría por mares lejanos y que compraría joyas raras a los fenicios en Tiro, para luego venderlas aquí a elevados precios, y que compartiríamos las ganancias”

“Se aprende a golpes, gruñó, ¿cómo has podido confiar en un fabricante de ladrillos sobre una cuestión de joyas? ¿Irías a ver al panadero por un asunto de las estrellas? Seguro que no, si pensaras un poco irías a ver a un astrónomo. Has perdido tus ahorros, mi joven amigo; has cortado tu árbol de la riqueza de raíz. Pero planta otro. Y la próxima vez, si quieres un consejo sobre joyas, ve a ver a un joyero. Si quieres saber la verdad sobre los corderos, ve a ver al pastor. Los consejos son una cosa que se da gratuitamente, pero toma tan sólo los buenos. Quien pide consejo sobre sus ahorros a alguien que no es entendido en la materia habrá de pagar con sus economías el precio de la falsedad de los consejos.” Tras decir esto, se fue.

Y pasó como él había predicho, pues los fenicios resultaron ser unos canallas, y habían vendido a Azmur trozos de vidrio sin valor que parecían piedras preciosas. Pero, como me había indicado Algamish, volví a ahorrar una moneda de cobre de cada diez que ganaba ya que me había acostumbrado y no me era difícil.

Doce meses más tarde, Algamish volvió a la sala de los escribas y se dirigió a mí. “¿Qué progresos has realizado desde la última vez que te ví?”.

“Me he pagado regularmente, repliqué, y he confiado mis ahorros a Ager, el fabricante de escudos, para que compre bronce, y cada cuatro meses me paga los intereses.”

“Muy bien. ¿Y qué haces con esos intereses?”

“Me doy un gran festín con miel, buen vino y pastel de especias. También me he comprado una túnica escarlata. Y algún día me compraré un asno joven para poderme pasear.”

Al oír eso, Algamish rió: “Te comes los beneficios de tus ahorros. Así, ¿cómo quieres que trabajen para ti? ¿Cómo pueden producir a su vez más beneficios que trabajen para ti? Procúrate primero un ejército de esclavos de oro, y después podrás gozar de los banquetes sin preocuparte.”

Tras esto, no lo volví a ver en dos años. Cuando regresó, su rostro estaba cubierto de arrugas y tenía los ojos hundidos, ya que se estaba haciendo viejo. Me dijo: “Arkad, ¿ya eres rico, tal como soñabas?”

Y yo respondí: “No, todavía no poseo todo lo que deseo, sólo una parte, pero obtengo beneficios que se están multiplicando.”

“¿Y todavía pides consejo a los fabricantes de ladrillos?”

“Respecto a la manera de fabricar ladrillos, dan buenos consejos”, repliqué..."

"...Algunos de vosotros me habéis preguntado lo siguiente: “¿Cómo puede un hombre guardar la décima parte de lo que gana cuando ni las diez décimas partes son suficientes para cubrir sus necesidades más apremiantes?” -se dirigió Arkad a los estudiantes el segundo día.-

-¿Cuántos de vosotros teníais ayer una fortuna más bien escasa?

-Todos -respondió la clase.

-Y sin embargo no ganáis todos lo mismo. Algunos ganan mucho más que otros. Algunos tienen familias más numerosas que alimentar. Y en cambio, todas las bolsas estaban igual de vacías. Os diré una verdad que concierne a los hombres y a sus hijos: los gastos que llamamos obligatorios siempre crecen en proporción a nuestros ingresos si no hacemos algo para evitarlo.

No confundáis vuestros gastos obligatorios con vuestros deseos. Todos vosotros y vuestras familias tenéis más deseos de los que podéis satisfacer. Usáis vuestro dinero para satisfacer, dentro de unos límites, estos deseos, pero todavía os quedan muchos sin cumplir.

Todos los hombres se debaten contra más deseos de los que puede realizar. ¿Acaso creéis que, gracias a mi riqueza, yo los puedo satisfacer todos? Es una idea falsa. Mi tiempo es limitado, mis fuerzas son limitadas, las distancias que puedo recorrer son limitadas, lo que puedo comer, los placeres que puedo sentir son limitados.

Os digo esto para que comprendáis que los deseos germinan libremente en el espíritu del hombremcada vez que hay una posibilidad de satisfacerlos de la misma manera que las malas hierbas crecen en el campo cuando el labrador les deja un espacio. Los deseos son muchos pero los que pueden ser satisfechos, pocos.

Estudiad atentamente vuestros hábitos de vida. Descubriréis que la mayoría de las necesidades que consideráis como básicas pueden ser reducidas o eliminadas. Que sea vuestra divisa el apreciar al cien por cien el valor de cada moneda que gastéis.

Escribid en una tablilla todas las cosas que causen gastos. Elegid los gastos que son obligatorios y los que están dentro de los límites de los nueve décimos de vuestros ingresos. Olvidad el resto y consideradlo sin pesar como parte de la multitud de deseos que deben quedar sin satisfacción.

Estableced una lista de gastos obligatorios. No toquéis la décima parte destinada a engrosar vuestra bolsa, haced que sea vuestro gran deseo y que se vaya cumpliendo poco a poco. Continuad trabajando según el presupuesto, continuad ajustándolo según vuestras necesidades. Que el presupuesto sea vuestro primer instrumento en el control de los gastos de vuestra creciente fortuna.

Entonces, uno de los estudiantes vestido con una túnica roja y dorada se levantó.

-Soy un hombre libre -dijo-. Creo que tengo derecho a gozar de las cosas buenas de la vida. Me rebelo contra la esclavitud de presupuesto que fija la cantidad exacta de lo que puedo gastar, y en qué. Me parece que eso me impedirá gozar de muchos de los placeres de la vida y me hará tan pequeño como un asno que lleva un pesado fardo.

-¿Quién, amigo mío, decidirá tu presupuesto? -Replicó Arkad.

-Yo mismo lo haré protestó el joven.

-En el caso de que un asno decidiera su carga, ¿tú crees que incluiría joyas, alfombras y pesados lingotes de oro? No lo creo, pondría heno, granó. y una piel llena de agua para el camino por el desierto.

El objetivo del presupuesto es ayudar a aumentar vuestra fortuna; os ayudará a procuraros los bienes necesarios y, en cierta medida, a satisfacer parte de los otros, os hará capaces de cumplir vuestros mayores deseos defendiéndolos de los caprichos fútiles. Como la luz brillante en una cueva oscura, el presupuesto os muestra los agujeros de vuestra bolsa y os permite taparlos y controlar los gastos en función de metas definidas y más satisfactorias.

Esta es la segunda manera de conseguir dinero. Presupuestad los gastos de modo que siempre tengáis dinero para pagar los que son inevitables, vuestras distracciones y para satisfacer los deseos aceptables sin gastar más de nueve décimos de vuestros ingresos..."

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